

"Tras veinte años de vida nos dimos cuenta que: La vida no es un ensayo, aunque tratemos muchas cosas; no es un cuento, aunque inventemos muchas cosas; no es un poema, aunque soñemos muchas cosas. El ensayo del cuento del poema de la vida es un movimiento perpetuo; eso es, un movimiento continuo". AUGUSTO MONTERROSO
Han regresado a la escuela para toparse con una realidad de aulas derruidas, pupitres rotos, libros destrozados y compañeros a los que ya nunca volverán a ver. El regreso al colegio no sigue esta vez a unas vacaciones familiares, sino a la guerra y a una violencia que costará mucho dejar atrás, se pueden ver las marcas de las bombas en las paredes del colegio, no será fácil para los pequeños olvidar los gritos, el olor a pólvora, el miedo que ha atenazado a sus familias y sus vecinos, la mayoría están contentos de volver al colegio, de recuperar poco a poco sus vidas, pero llevan en sus ojos la pesadumbre de las malas noticias y el cansancio de semanas de horror.
Todo discurso parece hueco, hipócrita, ineficaz cuando se dice recordar para no olvidar, recordar para reafirmar la voluntad del “nunca más”, pues algo dice que esta especie de recuerdo racional no impide que la barbarie vuelva por sus fueros.
Y sólo adquiere su rostro descarnado, de auténtica locura, de terror innecesario y gratuito, de maldito y desbocado caballo apocalíptico, de crimen masivo, de desgracia colectiva cuando es vista desde la mirada impotente, resignada, dolorida de las víctimas.
Y que nadie se engañe todos en la guerra son víctimas, salvo, tal vez, los que hacen de ello su negocio, sobre todo, los niños. No creo que haya mayor representación del espanto de la guerra que los millones de niños asesinados, deportados, mutilados, solos, absolutamente solos, abandonados al frío, al hambre, al sueño, a la metralla y las sirenas, y solos mirando, sobrecogidos de miedo, el espectáculo feroz, el carrusel vertiginoso de la muerte.
Detrás de la vidriera se ven las imágenes de niños cazados como alondras por las bombas de aviones bombarderos. Niños dormidos como trapos, esperando un tren a alguna parte, o en camino, en mitad de ningún sitio, con la manta al hombro, como hombres.
Y aviones, y aviones, y aviones, que ya no hay ni un solo pájaro, sólo aviones descargando sus bombas, y ambulancias, y trincheras, y aviones entre llamas y niños escapando, y colas de gente buscando la comida, y ambulancias, y aviones disparando.
Y, en las calles, quizás por conjurar el espanto y los fantasmas, dibujaron sus sueños de locos que endulzan su vida con notas musicales , con guitarras, y nos dejaron la visión estremecida del conflicto con los ojos más puros, con la mirada más limpia, con el miedo todavía apretándoles las tripas, aunque también es verdad con el recuerdo de los días tranquilos del pasado, con la sensación de aseada protección de sus casas y la esperanza de la vuelta a los días soleados del campo y las cosechas tras la guerra.
Los niños de la guerra no tienen cuadernos, ni regalos para su padre el día de San José, ni rosas para el día de la madre, ellos como peces pegados al cristal de sus días se hurgan las cuencas de los ojos, porque ya no pueden enjugar ninguna lágrima, los niños de la guerra no saben de armas de destrucción masiva, no porque no hayan existido, sino porque para ellos la propia vida es un arma de destrucción masiva, con su corta vida juegan al lado del oleoducto, pero no entienden que lo que circula por las grandes tuberías custodiadas se encarezca gracias a su sufrimiento. Los niños de la guerra mirarían alelados la capacidad de sus verdugos para desconocer temas que hielan la sangre, desdecirse y cambiar argumentos de cabo a rabo dejando que sean Dios y la Historia quienes les juzguen.
A los niños de la guerra les sorprende que a la resistencia de un país invadido se le llame terrorismo y a los colaboracionistas demócratas. Los niños de la guerra sólo saben una cosa, sólo sienten una cosa: el odio que hará que en el futuro no se extinga la especie más triste y trágica: los propios niños.
Siempre agradecidos también con ese grupo de mujeres soñadoras, contructoras de sueños y utopías, que han creido en nosotros y están ahí de frente a la construcción y la derrota momentanea de Sueño Mestizo:
OBRA GANADORA DEL PREMIO ESCENARIOS PARA LA DANZA 2006
OTORGADO POR:
EL INSTITUTO DISTRITAL DE CULTURA Y TURISMO
Corre el año de 1945, la guerra esta en pleno auge, las bellas ciudades, son ahora el escenario de grandes enfrentamientos, solo hay caos, desolación y soledad, en una calle, quedan los escombros de lo que en otros tiempos fue un tranquilo vecindario, en medio de todo este escenario de anarquía, se puede ver una foto, una imagen que pertenece al recuerdo materializado de una familia, donde pueden estar, talvez son prisioneros, en ese lugar solo quedan siluetas en movimiento que deambulan huyendo o quizás buscando sus muertos, o sobreviviendo.
De entre todos ellos sobresale una mujer, SALAMANDRA, que a pesar del encierro, del ambiente adverso, del maltrato, se mantiene en firme como un viejo roble que se resiste a morir en medio de un invierno inclemente, ella trata que todo sea primavera, y envuelta en una gran tela roja da a sus compañeros fuerzas y esperanza para que no se dejen apabullar por las bestias que los quieren reducir a nada.
En un día cotidiano, ella pelea por la supervivencia, se amotina para ser escuchada, frente a oídos sordos y necios que buscan venganza en ellos, las bestias apelan a la justicia absurda, obsesiva y hasta ignorante de un tirano, para cometer todo tipo de aberraciones en los cuerpos de estas victimas, a pesar de ello la SALAMANDRA, siempre esta de pie con la frente en alto, dispuesta a sanar cada una de las heridas que allí le hacen y volver a renacer de entre las tinieblas de ese oscuro lugar.
Todas las mañanas se levanta y en una perfecta comunión con su alma y su pasado menesteroso, la SALAMANDRA se despierta y en un pútrido platón, roba agua pura e inicia su ceremonia de baño, se reencuentra con su feminidad, con su sensualidad, con su ser mujer que aunque quieren arrebatárselo ella lo arraiga mas en su esencia. Enseguida despierta a su realidad y aunque no abatida, regresan a su mente los momentos amargos de cuando su vida le fue arrebatada, de cuando se volvió la prisionera de guerra, de una guerra absurda.
Es violada y ultrajada dentro de ese lugar, es una de las favoritas, aunque no quiere, sabe que es una forma de mantenerse viva y seguir soñando, puede mas su deseo de seguir transitando por este mundo, de trabajar por sus ideales, y aunque son dueños de su cuerpo ella mantiene libre su alma y su pensamiento, sabe que la tormenta pasara.
Muchos de sus compañeros de encierro ya están locos, tal vez ella ya esta siendo presa de esta neurosis colectiva, ha pasado ya mucho tiempo, ha sido un invierno interminable y hasta el roble mas orgulloso y fuerte desiste frente al frió y la vida se empieza a apagar, el primer síntoma es quizás la locura, y aunque su alma se resiste su cuerpo ya no puede mas, se entrega a los brazos de su verdugo y en medio de una tormenta empieza su agonía, se cansó de luchar en este mundo y sabe que debe partir para no ser consumida por la inmundicia de ese lugar, pero como las velas antes de acabarse brillan con mas fuerza, ella se entrega a la danza que da la bienvenida, a su deceso, manteniéndose en pie y con la frente en alto, como se lo prometió desde el principio.
Tras de ella caen otras victimas que la tenían como su referente, la siguen con la firme esperanza que tras la cortina de la muerte encontraran la tranquilidad y felicidad que en el pasado les fue arrebatado.